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La Malpensante Moda

La Malpensante Moda, portada de la edición 2020. Joan Juliet Buck, escritora y actriz norteamericana en la portada fotografiada por Ruven Afanador.

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Ojalá deseen tenerla ante sus ojos y en sus manos. Nos haría muy felices a un equipo de 57 personas. Honramos la moda colombiana y el buen hacer editorial. Una revista impresa para acompañarles largo tiempo y en cualquier lugar. Son 128 páginas y pesa 250 gramos.

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Aquí está un repertorio cuidadosamente escogido de marcas colombianas que apuestan desde el diseño contemporáneo por la tradición artesanal y el esfuerzo productivo en colaboración con comunidades en el país

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La Malpensante Moda 2022

La Malpensante Moda, portada de la edición 2022. Claudia Bahamón en la portada fotografiada por Giorgio Del Vecchio.

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EL HOMBRE DE LOS HILOS DE METAL

Publicado 2012-12-15 10:25:00 | Por Rocio Arias Hofman

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Textiles colombianos recubren hoy paredes y mobiliario en los almacenes de Chanel y Dior tanto en Londres como en Nueva York. Alfombran hoteles en Bogotá y Cartagena. Visten casas desde Lisboa hasta México. El artífice de la marca Hechizoo cuenta por vez primera su historia. El 26 de enero de 2016, Jorge Lizarazo se presenta como conferencista en Colombiatex, Medellín.

“¿Usted vive aquí o en Bogotá?” la pregunta es frecuente y se la dirigen a Jorge Lizarazo quienes visitan el taller de Hechizoo.Sucede que este laboratorio textil encontró su sede en unos antiguos depósitos de alimentos ubicados en el barrio tradicional, humilde, rezandero y bulloso del 20 de julio, al sur de la capital de Colombia. Una zona conocida por la basílica consagrada al Divino Niño de Praga donde llegan en romería colombianos y extranjeros, ricos y pobres. Un entorno tan colorido como duro, así de ajeno para quienes nunca pisan este extremo cardinal (y por eso inquieren con una mezcla de ingenuidad y prejuicio si forma parte de la ciudad) como así de propio para quienes lo viven y allí también sobreviven. Una porción de país.

El hervidero variopinto donde Jorge Lizarazo decidió hace 10 años que ese era el lugar donde quería trabajar. Dos años antes, en el 2001, cuando resolvió crear Hechizoo, una empresa independiente volcada sobre los textiles y las tradiciones artesanales, había probado suerte en una casa en el histórico barrio de La Candelaria y luego en la sede de su primer tejedor, Gerardo Ardila, al noroccidente. Hasta que encontró su espacio, detrás de la plaza de mercado, por una calle donde se detienen los taxistas a comprar fresas, mamoncillos y chontaduros amontonados en delicadas pirámides sostenidas sobre carretas. Jorge se echa hacia atrás en su silla retro, recuesta su cabeza contra los brazos arqueados y comienza: “Aquí encontré la paleta de colores que inspira Hechizoo: las casas de este barrio que mezclan el azul cobalto con el rosa pálido; el gris oscuro con un rojo colonial; terracota chillón con marrón, verde y amarillo, fucsia con naranja. Encuentro también los canastos y las gualdrapas, recuerdos de la infancia, algo tan nuestro, heredado. Eso me interesa, volver sobre las tradiciones en una ciudad de cielo muy azul y montañas muy verdes”.

Todo este trasegar geográfico es apenas una anécdota para quien, como Jorge, recorrió de niño zonas del país debido al trabajo como capitán del Ejército de su padre. Por eso, este bogotano nació por casualidad en la ciudad cafetera de Armenia. Ocurrió en 1968, un niño de ojos enormes fascinado por una abuela que resolvía siempre cualquier situación. “No te dejes” le decía y ¡cómo! Jorge no solamente hizo caso sino que convirtió la frase en un propósito vital. Con sus dedos largos –de un pianista que no es- toca los hilos que se van ensartando en las máquinas, ajusta la urdimbre, cruza un par de palabras con el tejedor artesanal, vuelve a tocar y alza entre el índice y el pulgar una solitaria hebra de plata. Comprueba la mezcla. Ensaya, anuda y pide teñir, inventa y se empeña. Quiere lograr un textil nuevo basado en un principio muy personal: trenzar fibras vegetales con metales. Y no parará hasta conseguirlo. Hoy cuenta ya con 60 personas que comparten y entienden su obsesión. “Así fue siempre, optimista y muy terco. Es un soñador” comenta su hermana Luz Ángela, artista y comprometida con Jorge hasta los huesos porque hace las veces de él cuando viaja por el mundo a visitar sus clientes y también crea diseños para los textiles de Hechizoo.

Ambos hermanos compartieron vida en París, ciudad a la que llegó Jorge tras graduarse como arquitecto de la Universidad de los Andes en Bogotá. Inició sus estudios de postgrado, un CBA, y en su tiempo libre comenzó a hacer sus primeros pinitos profesionales. Con una firma francesa encargada de diseñar colegios para la periferia de París, primero; luego con una arquitecta polaca anclada en los diseños de los 60 y 70 para recalar, después de mucha insistencia, en el estudio del español Santiago Calatrava, el arquitecto tan criticado como conocido por sus construcciones monumentales (muy poco funcionales, dicen también) a partir de aleros. La recriminación que un día le hiciera Calatrava por el daño que aparentemente causaron las manos húmedas de Jorge sobre un plano provocó la salida de un arquitecto en plena formación. Pero no pasó mucho tiempo para que llegara al estudio donde trabajó hasta 1998: el del italiano Massimiliano Fuksas.

Jorge comprueba el proceso de secado de un tapete inmenso que reposa en la parte baja del taller, han sido más de tres meses de trabajo. El cobre que remata los bordes en ondas caprichosas opaca la mirada con su brillo. Y sigue: “Mi fascinación por el metal nace allí porque me pidieron organizar los materiales y documentos del estudio. Conocí hasta el detalle también a los proveedores que podían surtir las peticiones de Fuksas para recubrir sus edificaciones. Aprendí de logística y me quedé con dos cosas muy fuertes que me dijo: primero, que un latinoamericano como yo debía ser siempre atrevido y segundo, que nunca se reinterpreta, sino que simplemente se copia o se inventa”. Y lo de la invención quedó incrustado en Jorge. Sabía de la herencia de la Escuela de Viena en relación con el trabajo de considerar los textiles acompañantes natos de la arquitectura y de su posterior abandono por parte de esta disciplina. Comenzó su fascinación por la labor de Gunta Stöltz, la primera directora de textiles en la Escuela de la Bauhaus: las composiciones geométricas, las arriesgadas apuestas por el color, la creación espacial desde el tejido. Jorge acaricia el lomo de los libros bíblicos (tanto por su grosor como por la devoción con la que son tratados en su estudio) que son fuente de consulta diaria. Y desgrana su propia mazorca creativa: “La sangre de Hechizoo está hecha de metales, del cobre, el acero, la plata y el bronce. Fue complicado concebirlo pero no puedo pelear con quien quiera hacerlo también. Prefiero seguir explorando todo el tiempo de la mano de la arquitectura. Así voy creando urdimbres (como columnas), las estructuras del tejido, y las tramas (como vigas) para unir el tejido. El metal transforma el textil profundamente. Cuando se va la luz del día y llega la noche, el metal se vuelve protagonista y consigue resolver los llamados “huecos negros” que se producen en el tejido vegetal. El metal los llena de una luz chic, sofisticada, diferente”.

Cristina Grajales, una paisa radicada en Nueva York desde hace 30 años y reconocida galerista de arte es la dueña de Cristina Grajales Gallery, desde donde la marca Hechizoo textiles es representada ante las ferias de arte, coleccionistas y curadores en el mundo. Es especialista en diseño del siglo XX e impulsa a figuras del siglo XXI. Aceptó la petición de Lizarazo de ser incluido en su galería por el inmenso valor artístico y calidad de la mano de obra de las piezas que Hechizoo le ha ido entregando desde 2001. “Le explico a mis compradores de arte que se puede tener un sofá de US$150.000 con un tapete de materiales sencillos pero muy elegante. Es que las piezas creadas por Jorge sontimeless (atemporales) y representan muy bien una soft architecture(arquitectura blanda)” indica Grajales, claramente volcada en la obra de Jorge. “El ensaya mucho, su persistencia e integridad son asombrosas. Es un artista así él se rebele ante esta denominación” añade.

La llegada de Lizarazo a Colombia ocurrió en pleno 1999, con el país tumultuoso por cuenta de los agitados procesos de paz que el gobierno de Andrés Pastrana iniciara con las Farc y con el ELN en medio de una cruenta acción militar insurgente contra los civiles. Por si fuera poco, la tierra tembló ese año y destruyó Armenia, la ciudad que vio nacer a Jorge. Desde luego, el país no ofrecía el mejor panorama para retornar. Pero el arquitecto con vocación de textilero lo hizo. Incursionó brevemente en las firmas de algunos arquitectos vinculados al negocio de la construcción de residencias y salió tan aburrido como decidido a probar suerte por su cuenta. La tradición artesanal colombiana comenzó a eclipsar otra suerte de intereses en Lizarazo. Cavar hondo en la tierra natal incorporó al radar observador de Jorge la labor de dos comunidades indígenas por esencia artesanales: la de los campesinos descendientes de Los Laches en Guacamayas (Boyacá) con sus técnica del rollo y la de los wounaan en La Guajira con su finísimo trabajo en palma. Volver a las tradiciones, pensar a partir de las técnicas de tejido que las comunidades vienen haciendo desde tiempos inmemoriales y volcar la vocación por el diseño en ellas se convirtieron en los ejes creativos.

Ya el “rey de la moda”, Paul Poiret conocido por haber destronado el corsé y haberle dado a las mujeres la famosa “falda de medio paso”, se había encargado de abrirle la fascinante puerta del diseño al servicio de la moda a Lizarazo. Lo hicieron también John Galliano (sin saber todavía los problemas en que se metería el director creativo de Dior en pleno siglo XXI); Alexander McQueen y John Paul Gaultier. Jorge pasa las páginas de un gran volumen dedicado a Galliano y lo cierra abruptamente: “No hemos querido nunca involucrarnos en ese territorio (el de la moda) porque las identidades se logran por un periodo muy corto. Sin embargo, las artesanías requieren procesos mucho más extensos debido a las técnicas que utilizan y los materiales naturales que requieren viajar kilómetros por tierra o agua desde lugares recónditos”.

La alquimia de vegetales (linos, rafias de cumare y bambú, fiques y algodones orgánicos) con metales (también el alumnio, el estaño y el silverplata) es tan constante en el taller de Hechizoo como lo es la versatilidad de sus piezas que hoy son tapetes pero mañana se convierten en recubrimientos para paredes y counters de firmas de lujo (Dior y Chanel); centenares de metros para tapicerías (Winston); cabeceros y cobijas para cama (Hotel Santa Clara de Cartagena), tapices y counters (Hotel JW Marriot de Bogotá), tapetes para Estibarnes (Londres) así como infinidad de textiles Hechizoo involucrados en proyectos decorativos de México (de la mano del especialista Alejandro Fernández), en Malasia (con el arquitecto Antonio Erazo) y en Lisboa (palacetes restaurados particulares). Toda esta actividad haría pensar en mucho ruido.

Y, por contraste, lo que reina en el taller del 20 de julio es un silencio apenas roto por el trasegar de los camiones cercanos o los gritos intempestivos de Roberto, el loro adoptado en el taller. “Como yo, chilla cuando está solo, algo neurótico” va y dice Jorge, y no esconde una leve sonrisa. En realidad es un personaje tímido traicionado por su motor interior. Y por eso, pensar en destaparse como una caja no es fácil. “Con los clientes Jorge cambia mucho. Los escucha, luego habla y traduce el diseño que tiene en la cabeza para mostrarles algo recóndito. Nunca se detiene en lo obvio. Su cerebro trabaja en dirección a los gustos del cliente y los conjuga con sugerencias de texturas y colores” comenta su asistente personal, un arquitecto de 22 años dotado de un nombre inolvidable, Camilo Torres.

Son dos a tres horas las que se dedica a cada visita que llega al taller con intención de conocer el mundo Hechizoo o con la decisión ya resuelta de compra (el metro cuadrado varía de $300.000 a $2.5000.000 y la entrega de los pedidos se realiza a los 90 días). El tiempo es necesario para aclimatarse a un espacio que, de entrada, embriaga un poco. Debe ser por el color gris que recubre paredes y se funde con las losas de cemento del piso. “Lo llamamos gris Celia, en recuerdo a la perra weimaraner que acompañó muchos años a Jorge” añade Torres.

En un orden metódico, inconfundible, se alinean rollos de hilo y de fique teñido; se extienden los tapetes de colores desvanecidos como una puesta de sol; cuelgan luminosos tejidos que dejan apenas entrever un rostro al otro lado; yacen objetos de anticuario en una suerte de pequeños altares. “Y tengo este globo terráqueo que pedí con agujeros porque quiero llenarlo de flores que recreen el mundo pero mira, pintaron azul el océano. Ya no me sirve” suspira Jorge. Sus reclamos son claros y los dice en voz baja. El tono debe provenir parte del carácter propio y otra del trabajo paciente que desarrolla a diario con los artesanos. Unos profesionales cada vez más escasos, menos sabios, más reticentes a explorar y más dados a engancharse en los reclamos comerciales del mercado. Mujeres que ya no quieren ceñirse al intenso trabajo de las fibras que aplanan las yemas de sus dedos. Hombres que pierden el interés por pedalear sin cesar enormes husos, máquinas de madera y acero. Hechizoo es un taller creado para los artesanos. Hay espacios para descansar rodeados de objetos inexplicablemente bellos: unos ovillos rebrujados en un canasto de palma; decenas de gallinas que se dirían calentando huevos sino fuera por la arcilla de la que están hechas; una escultura en hierro; el nido colgante que da fe de la hospitalidad de Hechizoo hacia sus visitantes; unas camas de bronce cedidas por una amiga de Jorge para albergar su más reciente colección de linos, cobijas y almohadones bordados. La estela del impacto estético de la diseñadora Eileen Grey –la misma que incorporó la laca japonesa al mobiliario creado en Occidente- se extiende como una fragancia por los 2.000 metros cuadrados del taller. Todos parecen respetar el área del otro, excepto Frida y Diego, dos perritos chiguagua que juegan a las escondidas con una perra callejera, María, también parte de esta familia singular.

Jorge Lizarazo forma parte de la Junta directiva de Artesanías de Colombia y observa con recelo los vaivenes que ha dado el sector desde que Cecilia Duque -la veterana y pionera del impulso que los artesanos tuvieron por vez primera en el país- dejara huérfanos de visión a quienes asumen tamaña responsabilidad. “Tenemos que invertir en educación y diseño al interior de las comunidades. Lograr que los líderes se formen. Luego vienen las estrategias comerciales, pero solamente después de la investigación sobre una técnica y unos productos” señala Jorge mientras culmina el sancocho que le prepara e la cocina del taller María, a su lado desde hace 12 años, encargada de vigilar su ropa, su día a día. Y es que las maletas de Jorge nunca se deshacen del todo. Viaja más de 150 días al año. Desde el río Atrato hasta la Rive Gauche.

Aunque ya varias de sus piezas forman parte de colecciones permanentes, como la del Museo de Arte y Diseño de Nueva York, el reto este mes de diciembre es enorme: Hechizoo estará presente en Art Baselde Miami en el stand de la galería de Cristina Grajales y además como invitado especial para intervenir los jardines que esta feria de arte ha dispuesto para renombrados diseñadores invitados. Por eso, cuelgan piezas rectangulares elaboradas con alambre de cobre dorado, sometido a un baño de plata y tejido con palma de cumare y cristales en el sur de Bogotá. La mirada personal que Jorge ha resuelto trasladar a los fastuosos verdes de Coral Gables.

Reportaje publicado en la edición impresa de la revista Diners, diciembre de 2012.

 

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Esta compañía tiene su sede en Bogotá -"la ciudad asentada sobre una silla verde"- tal como alude el escritor Germán Arciniégas a las montañas orientales que la resguardan.

ROCIO ARIAS HOFMAN es politóloga y periodista en radio, prensa, televisión y medios digitales. Nace en Madrid y vive en Colombia desde 1994.

Consultora del Programa de Moda y Joyería de Artesanías de Colombia (2015-2022) y cofundadora de la plataforma comercial MODA VIVA. Dirige el ciclo de debates MODA 360 de la Cámara de Comercio de Bogotá (2015-2019) y la franja de conocimiento de Bogotá Fashion Week (2018, 2019 y 2022). Ha sido colaboradora de El Espectador, El Malpensante, Fucsia, Diners y Vogue Latinoamérica.

2012: Revista digital sentadaensusillaverde.com / 2016: Fundación de SILLAVERDE SAS / 2017: Estreno de LA VIDA ANIMADA en Youtube en alianza con Expor Mannequins. / 2018: Podcast TALKING CLOSET en alianza con Akorde. / Desde 2019: Asesorías para la creación de contenidos editoriales y elaboración de narrativas de moda para clientes del sector privado. / 2020-2021-2022: Publicación de la revista impresa anual La Malpensante Moda en coproducción editorial con Fundación Malpensante. / Desde 2021: Realización de la serie de entrevistas AL HILO  por IGLive SillaVerde y publicación de la columna "Las pinzas de la langosta"

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